Por desgracia, nuestro mundo va perdiendo la cordura hasta límites insospechados. Si las noticias ya nos alarman, a mí personalmente me preocupa mucho la gente que contacta con nosotros para adoptar un animal.
Ya no me refiero a la gente que quiere meter un perro inmenso y en la flor de la vida en un mini-piso del centro de Madrid… que, quizá, no lo han pensado bien. Tampoco lo han pensado aquellos que viven de alquiler en zonas tensionadas y que desean adoptar animales de talla grande o potencialmente peligrosos… sin querer ver que el propietario del próximo piso les dirá que no quiere alquilarles por su acompañante canino. También hemos sido testigos de estas catástrofes: -«te regalo mis gatos de 10 años porque me cambio de piso y no me los puedo llevar». Qué no decir de los que también se cambian de ciudad, o de país.
No. Me refiero a esos otros que nos llaman para que les demos en adopción gratuita animales de pequeña edad, de raza (uff los gatos persas…) o con características especiales (pelo largo, ojos azules…). Los quieren además desparasitados, chipados, vacunados y esterilizados gratis, a domicilio… porque, claro, «es que no tengo dinero» y «es que no tengo coche». ¡Hoy nos han pedido una adopción de dos cachorros con todos los gastos pagados de por vida! Y no me refiero a una acogida indefinida de un gato mayor o enfermo con pocas probabilidades de ser adoptado, que nosotros apoyamos económica y personalmente (programa Jazmín).
Yo no creo que haga falta ser rico para tener un animal, pero me parece evidente que si uno no tiene dinero, si no dispone de medios para atender la alimentación, visitas rutinarias al veterinario y algún que otro «susto» en una urgencia, por no hablar de una enfermedad… porque sí, los animales (como nosotros) también enferman… no son aptos para la adopción. No creo que sea necesario recordar a nadie que tener un animal de compañía se ha convertido en un auténtico lujo en nuestro país, donde los sueldos (el que consigue trabajar) no concuerdan con los gastos, incluidos los veterinarios (con todo el respeto a los profesionales que han estudiado una carrera compleja). Hemos estado en contacto con una familia que tenía animales que no alimentaba por falta de medios. El perro gruñía mientras comía, cuando lograba comer algo… y los gatos se acercaban a los platos de la familia a ver que podían robar. Por supuesto que ni se les esterilizaba, vacunaba, ni llevaba al veterinario… y eso que falta hacía. Estas familias suelen, además, convertirse en auténticas «arcas de Noé». Sólo hace falta algo de tiempo.
¿Qué clase de personas son éstas? Me gustaría, sin ofender a nadie, pedir algo de cordura en este mundo loco de atar. ¡Oye: un animal no es un juguete! Adopta de manera responsable.

Deja una respuesta